Pandemia XVI

15 de mayo del 2020. Día 63 de la Cuarentena.

Pueden que estas sean mis últimas entradas al respecto.

No, no me estoy por morir.

La cuarentena, por otro lado, pareciera que sí.

Los últimos días fueron absorbidos por la rutina. Una rara rutina, que incluye frotarme las manos con alcohol en gel cada vez que entro a cualquier lugar, usar máscara o esperar en el auto cuando vamos al supermercado porque se puede entrar de a uno, pero rutina al fin.

Es fácil olvidarse de que algo no está bien cuando la situación se vuelve tan común y parte ya de la realidad de uno.

Son las pequeñas cosas que perdemos las que nos recuerdan qué está pasando.

Hoy hubiese sido mi fiesta de fin de curso.

La profesora en jefe volvió al salón y se puso a llorar cuando vio los regalos que le habíamos dejado en el escritorio.

Dio un discurso muy emotivo sobre los lindos 3 años que pasamos juntos, y repartió nuestros diplomas, sin música emotiva de fondo ni aplausos de familiares, con barbijo.

La chica atrás mío, lloraba y los que estábamos alrededor la consolábamos a más de un metro de distancia.

A mí también se me escapó una lágrima.

La tradición de ir todos juntos a comer a Osakii al finalizar el bloque claramente no se dio hoy.

Tratamos de consolarnos diciendo que igual nos íbamos a cruzar en las mesas de examen. Si es que nos dejan cruzarnos, cabe aclarar; ya hay una fecha en que nos dividieron en grupos de 3 en distintos turnos para mantener el distanciamiento.

Salí de la escuela y me fui a Burger King, pero obvio estaba cerrado. Compré por el Drive In y comí en el estacionamiento, junto a otros que habían tenido la misma idea que yo.

Pasé por el trabajo, aunque pasar suena a que me quedaba de camino para ir a casa y nada que ver, me tuve que desviar un montón. Pero sabía que había gente ahí y necesitaba que me mimaran.

Llegué a casa, decepcionada.

Llamé a Novio llorando pidiéndole que volviera temprano hoy.

Me senté en la compu, dispuesta a pasarme el resto del día viendo videos en YouTube, cuando me llamaron por Discord.

Les dije que estaba deprimida y nos pasamos el resto del día hablando, jugando, riendo, y cuando volvió Novio a casa, la tristeza ya había quedado olvidada.

A la noche me trajo un plato con empanadas y un cartelito hecho a mano que decía «feliz recibida».

La cuarentena nos robó muchas cosas, pero lo más importante sigue ahí.

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