Un Wochenende de extraño placer

Volumen VII

Entre el curso y la mudanza, no tengo mucho tiempo para escribir (de hecho, éstas palabras son tipeadas en la incomodidad de mi celu antes de entrar a clases). Correspondería que publicara hoy lo que pasó hace ya dos findes atrás (y que está a medio escribir en la compu, tengo relatos empezados en todos sus formatos), pero los acontecimientos del último finde me suenan a mí más interesantes e importantes que todo lo anterior, así que pasaré a relatarlos. Cuando pueda, terminaré y publicaré lo que les debo. Seguir leyendo «Un Wochenende de extraño placer»

El Enano, Las Cartas y Yo

El enano está de vacaciones. Yupi.
Eso de dormir hasta tarde quedó muy en el pasado, y poder tirarme todo el día en la cama haciendo nada también pero no tanto.
Los padres tampoco están felices con el receso escolar, así que en más de una ocasión, con una sonrisa y a los gritos, sugieren: y por qué no juegas un ratito con la Cande???? (en Chile se usa el artículo previo al nombre). Seguir leyendo «El Enano, Las Cartas y Yo»

Wochenende en Alemania

Volumen VI

(La Venganza!)

 El domingo nos levantamos tarde a comer facturas que mi concuñado había ido a comprar. No sé cuál es el término alemán para facturas, ya que mi cuñada chilena les dice pastelitos o cositas dulces, y si su marido les da algún nombre en particular, nunca llegué a entenderlo. Pero cada tipo de factura tiene su nombre.
Pero de las facturas hablaremos en otro capítulo, acá nos limitamos a los acontecimientos del finde.
Mientras desayunábamos discutimos sobre lo que íbamos a hacer esa tarde para celebrar los 5 años de matrimonio de la pareja (estábamos todos incluidos, por muy poco romántico que suene).
Que el río, que el otro río, que la montaña, que un picnic… Ahí descubrí que la conversación continuaba de la noche anterior, pero yo habría terminado tan agotada que no pude participar. No regrets though.
El lugar elegido fue: una de las minas de mercurio más grandes de Europa, actualmente abandonada. A una hora de distancia, cerca de la bella ciudad de Bad Münster, bajo un gigantesco cerro en medio de un bosque.
Eternamente a 8°C (menos mal que llevamos ropa de abrigo en la mochila, porque afuera hacía cerca de 30°C), la mina tiene 5 pisos: dos superficiales, los demás subterráneos. Solo se visita el 4°.
La guiada fue en alemán, pero me pasaron el speech de las guiadas en inglés en un papel (que no me dejaron llevar a la mina, le tuve que sacar fotos) y Klaus me tradujo lo que pudo (recuerden que él también tiene problemas para entender alemán).
La mina habría sido explotada en varias ocasiones, siendo la época nazi la última. Al principio hacían pequeñísimos túneles por donde solo pasaban los diminutos mineros (que no superaban los 13 años de edad), con ayuda de una pica y un martillo cada uno. Así se abrían paso por la montaña, avanzando a la vertiginosa velocidad de 2 a 3 centímetros por día (me agoto solo de pensarlo).Cuando llegaran los nazis y su manía de hacer todo rápido, ma’ que pica ni pica, agarraron dinamita y así se hacen los túneles, mierda. Por suerte para los historiadores y el turismo, algunos de los viejos túneles quedaron en pie tras las explosiones, así que podíaselos admirar (me gusta usar complicadas conjugaciones verbales no utilizadas en la cotidianidad).
Resumiendo: la visita fue buena, helada, entretenida. Una hora después de entrar, salimos al hermoso calor del exterior, aunque seguí con frío un par de horas más debido a mis helados pies.
Junto a la entrada de la mina, en el bosquecito, había un espacio con mesas donde comimos el picnic que trajimos desde la casa.
Aproveché a que estábamos sentados para sacar mi celular y preguntar: no habrá ningún pokemón por acá, no?
En el medio de la nada? Déjate de perder el tiempo con esa wea de-
ESTAMOS SENTADOS SOBRE UNA POKESTOP! Y ALLÁ ATRÁS HAY UN GIMNASIO!!! Es de los malditos Instinct… Los odio profundamente…

Después de comer y sacar muchas pokebolas, fuimos a pasear por Bad Münster. Lamentablemente me quedé sin batería, así que no pude sacar fotos.
Bad Münster solía ser el centro de salud más importante de la zona; la gente cuando se ponía vieja o se cansaba mucho se venía a este lugar de retiro. La ciudad estaba llena de hoteles, spas, restaurants, paseos de salud…
Hasta que todo lo que sube tiene su indiscutible final. Bad Münster no se dejó actualizar.
Ahora es una bella ciudad, aunque muchos edificios se ven vacíos a través de sus limpias ventanas, y está llena de viejos (en serio, parecía Banco Piano a las 10 de la mañana).
En un hermoso parque, a orillas del río Nahe, se encuentra una plaza seca, donde, a riesgo de perder su alemanidad, se estaba organizando, por supuesto, un festival de verano con comida, vino, cerveza y la música de siempre (un videito: http://tinyurl.com/h2k3ptj y si quieren cantarla conmigo acá tienen la letra: http://tinyurl.com/hf4xwno).
El puesto más destacable era en el cual, con un aparato que incluía un taladro (taladro taladro) cortaban las papas en espiral (se acuerdan esa maquinita que vendían en Sprayette que pelaba manzanas? Bueno, de esa forma quedaba la papa). Las espirales de papa las freían… y era una forma muy curiosa y divertida de comer papas!
Se nos fue el resto de la tarde recorriendo el inmenso parque.
Esa noche dormí todavía mejor que la anterior!

Llevo muchos Wochenenden en Alemania

Volumen V

(Para darle un tono especial, se lee Volumen Ve)

El fin de semana pasado fue tranquilo y casi ni salimos (excepto para comprar zapatos para mi concuñado, que fue una excursión de día completo de toda la familia pero no muy interesante… salvo porque atrapé un Pidgeot!), pero este finde… este finde volvió a ser como los anteriores!

El sábado me había comprometido a hacer tostadas francesas para el desayuno, y como siempre se levantan todos antes de las 8 decidí levantarme más temprano para tenerles el desayuno listo… pero ni loca me iba a levantar a las 7 un sábado, así que me levanté ocho y media (lo pongo en letras para que lo lean así, y no ocho treinta! Por qué? Porque me gusta ocho y media!!).

Así que sonó el despertador, me levanté… y no había nadie levantado aún, aunque se escuchaban murmullos arriba. Empecé a preparar la cocina para hacer las tostadas cuando escuché a mi cuñada arriba diciendo «ve, ve, pregúntale a la Cande qué está haciendo…». Así es como los padres de hoy en día se deshacen de sus laborales.

Mientras el enano dibujaba o me hacía muchas preguntas (y por qué estás haciendo eso, cómo se llama eso, qué son las tostadas francesas, por qué, y ahora qué hacés…), terminé las tostadas, preparé la mesa, lo vestí (había bajado en el pijama con patitas más tierno de la historia) y despertamos a todos los cochinos que me despiertan todos los días a las 7 de la mañana y ese día tuvieron el descaro de quedarse en la cama.

Desayunamos, conversamos y nos pusimos a hacer distintas cosas. Yo me preparaba a dormir mi primer siesta del fin de semana cuando mi cuñada asomó la cabeza por la puerta, preguntando si queríamos ir en ese momento a la fiesta medieval de un pueblo cuyo nombre no retuve.

Dijimos que bueno. Se fue. Volvió. Le daba lata ir en ese momento. Se fue. Volvió. Podemos ir con mis sobrinos? Se fue. Volvió. Vamos a la tarde. Se fue. Volvió. A almorzar. Se fue. Volvió. Salimos en 15.

Llegamos a no sé dónde justo cuando comenzaba el desfile de los locales vestidos semi medievales (semi, porque no había esas Nike en esa época, caballero). Fuimos con Klaus, mi cuñada, el enano y tres de los cuatro primos paternos del enano (entre 12 y 6 años). Long story short: solo uno habla un poco de español, así que mi interacción con los Kinder fue reducida.

El pueblo se había llenado de stands con toldos y carpas de tela y maderas, algunos simples y otros muy elaborados. Banderines de colores, cubos de paja…

El desfile terminó en el centro, frente a las mesas y bancos y a los puestos de comida. Uno de los hombres agarró una especie de rollo de pergamino y dio la bienvenida. Lo divertido fue que en un momento empezó a llamar a las familias/asociaciones por su nombre y los miembros de ese grupo gritaban, vitoreaban y festejaban más como espartanos que como caballeros medievales.

Quien hacía de presentador agradeció la presencia del fraile, y golpeando su enorme barriga hizo un comentario gracioso sobre el destino del diezmo.

Después de la plegaria del día, nos dio permiso para disfrutar del festival.

En los distintos stands encontrabas licores caseros, arte en vidrio, arte en arcilla, vestimenta de la época, exposición de armas, músicos, armas de juguete, tejidos, lanas, arquería… de todo!

Lo más llamativo era que detrás de los stands se alzaban carpas, donde los distintos grupos dormían. Así es: estaban allí instalados, vaya uno a saber hacía cuánto. Algunos eran verdaderos campings, pero otros eran carpas descomunales con camas de madera dentro… así cualquiera acampa!

Pasamos el día siguiendo las andanzas de los niños: comer, vestirse como caballeros,  comprarse espadas de madera, modelar con arcilla, comer, lucha con espadas…

A esta última le voy a dar especial atención porque fue algo espectacular!

Fuimos todos invitados por un grupo de caballeros a un campo donde dos facciones empezaron a luchar, saliendo victorioso el equipo rojo. Como el azul había perdido, los caballeros se cambiaron de bando abandonando a su líder, quien pidió ayuda a los niños allí reunidos para ayudarlo a defenderse del enemigo. Otro hombre empezó a repartir entre los más chicos espadas de globo y/o de espuma (aka, flota-flotas en Argentina).

A la cuenta de tres, los niños se arrojaron contra los caballeros… y menos mal que tenían cota de malla porque les dieron para que tengan, guarden y archiven! Un caballero intentó esconderse en el campo de trigo y fue perseguido por 5 enanos, uno de los cuales logró vencerlo arrojándose a su cuello y golpeándolo con el flota-flota en el ojo desprotegido. Otro se hizo bolita bajo su escudo de madera mientras los niños lo golpeaban con furia. Una niña con una espada de globo en una mano y una muleta en la otra usó la muleta como arma en varias ocasiones!! Estaban enloquecidos!!!

Obviamente ganaron los niños y se ganaron distintas golosinas por su valor.

Volvimos a la casa alrededor de las 7 de la tarde, agotados y felices (y yo con un par de aros de vidrio y un licor).

Dormimos como ángeles… ah, pero el fin de semana no termina ahí!