Pandemia XVIII

21 de mayo del 2020. Día 69.

(Voy a sacar «de la cuarentena» de la fecha, porque ya no hay cuarentena hace rato, pero voy a dejar la cuenta de cuánto tiempo llevamos viviendo en este universo paralelo donde los carpinchos son sagrados, Grace Alfano es otaku y los kpopers son los nuevos social justice warriors de las redes).

Ahora que ya no tenemos permitido hacer servicio de buffet, se necesitan más personas para el desayuno, así que empecé a entrar a las 6 de la mañana.

No me malentiendan, amo el horario, amo el desayuno y el almuerzo, es lo que me gustaría hacer laboralmente a futuro. Pero…

La primer semana pusimos un servicio de «a la carta», o sea que pedían en la mesa lo que querían. Lo llevábamos en un «etagere» (un soporte de metal que te permite apilar varios platos a la vez, sin que se toquen entre sí, para poder servir muchas cosas en un pequeño espacio), en el cual poníamos su orden de quesos, embutidos, pan, mermeladas, huevos (fritos, revueltos o cocidos) y pescado a elección.

El primer día estuvo bien. Agotador, pero funcionó. Antes, con buffet, uno iba a la mesa a llevar café, llevar los huevos y levantar lo usado y sucio. Ahora a estos viajes hay que sumarle toda la comida del párrafo anterior, que se puede llevar en un solo viaje, sí y solo sí todo se preparó junto.

También hay que tener en cuenta que si quieren repetir hay que ir, tomar el pedido y llevarlo a la mesa después, la cantidad de veces que quieran repetir.

Pero el segundo día fue otra historia.

 

22 de mayo del 2020. Día 70.

El segundo día cayeron los 30 huéspedes en un rango de 15 minutos. En esos 15 minutos hubo que sentarlos, ofrecerles café, explicarles del formulario, llevarles la carta, tomar el pedido, llevarlo a la cocina, llevar el pedido a la mesa (a veces en 2 o 3 viajes), limpiar, llevar nuevos pedidos.

Repetir por 15 mesas más.

Aparte recordemos que el trabajo en Servicio sería bellísimo si no fuera por los clientes. Porque tenés una mesa con 4 personas, uno te llama para pedir más café, lo vas a buscar, lo traés y un segundo te pide otro té, y lo vas a hacer, lo llevás y el tercero te pide más pan, y lo vas a buscar, lo llevás y el cuarto te pide más manteca, y la vas a buscar, la llevás y el primero en todo ese tiempo se quedó sin café y necesita más, y NO PUEDEN PEDIR TODO JUNTO, CARAJO?! QUÉ SE PIENSAN QUE ESTOY SOLO A SU DISPOSICIÓN???!!! LA DE LA MESA DE ALLÁ HACE MEDIA HORA QUE ME CHASQUEA LOS DEDOS COMO SI FUERA PERRO Y NO LA PUEDO ATENDER PORQUE USTEDES NO SE PONEN DE ACUERDO ANTES DE ROMPERME LAS PELOTAS!!

Y por supuesto que en todas las idas y venidas te van tirando pedidos en el medio, así que te empezás a armar una lista mental de tareas que en 3 minutos queda algo como «té verde para la 8, más café a la 1, pan a la 3, cocina (el que está adentro está tocando la campanita como loco avisando que se enfría un pedido), cocinar más café, otro té negro para la 6» y REZÁ porque no era negro para la 8 y verde para la 6, porque vas a tener que sumarte otro viaje.

Y también están los de siempre, que te ven transpirando como caballo corriendo de un lado a otro, con las manos llenas a reventar de platos sucios y te frenan en el medio del pasillo para decirte «disculpá, sabés a qué hora abre la farmacia?», y vos tenés que sonreír y por todos los medios evitar responder lo que SE MERECE que le respondas y simplemente decirle «a las 8» con una cordial sonrisa, y rezar porque sea así, sino te tenés que comer el GARRÓN de que vuelvan a buscarte y a quejarse específicamente con vos, lo cual te consume mucho valioso tiempo.

Obvio no puede faltar el que se niega a llenar el formulario, el que no quiere sentarse en su mesa asignada, el que pretende que le limpies la terraza para que coma él y atraiga a otros 18 que también quieran comer en la terraza y pretendan que en 5 minutos limpies la mesa (de todos!), la pongas, les traigas café y comida y lo hagas todo muy feliz.

Esa día fue la primera vez en mis 3 años en servicio en que miré a los ojos a un cliente y le dije «le pido perdón, pero no tengo tiempo de lidiar con esta situación ahora. Siéntese adentro o no se siente». Júzguenme tranquilos, no me arrepiento de nada, me tenía los ovarios al plato.

La que estaba en la cocina sudaba sangre al final del servicio.

Cuando llegó el jefe yo estaba llorando abrazada a mi botella de desinfectante en aerosol.

«No está funcionando, verdad? No se preocupen, tengo una mejor idea para mañana».

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